martes, 28 de julio de 2015

Leer entrelineas

La línea se corta con una frecuencia irritante y los mensajes de texto son siempre mal interpretados; por eso esta carta que como forma casi olvidada de comunicación, hoy me parece la más adecuada.

Verás, uno puede esconderse en palabras, omitirse en "emoticons", pero en la fuerza de las líneas, la precisión con la que se plasman en el papel, las que marcan los acentos y hasta las que no están en los signos que olvidamos escribir, ahí es donde nos mostramos con una franqueza tal que nos vuelve irreconocibles ante nuestros propios ojos.

Con la crueldad con la que se mueven las líneas del reloj los segundos se movieron para convertirse en años mientras nosotros nos quedamos estáticos. Todo cambió.


Trazamos la línea sobre horizontes distintos y se nos olvidó decirlo.

Perdí la línea, la cambié por las curvas que cuentan las horas que me quité para dedicarlas a lo nuestro.

Cuando por fin lo noté, traté de identificar sin éxito la línea en la que descansaban tus deseos, tus miedos, tus pasiones.

Invitarte a dibujar nuevas líneas en mi cuerpo.

Contarte las historias que esconden esas líneas que decidieron quedarse para siempre.

Dejarte ver sin miedo esas otras que tú ayudaste a formar, las que están a un lado de los ojos hechas de carcajadas, las líneas de la frente: una por cada cien veces de incredulidad y una de cada lado de la boca para recordar cada vez que sonreí.

Mientras en mi ropa las líneas marcaban descuido, en la tuya obsesión por la perfección.

Pasamos la vida inventando líneas que cruzar y al final la única que atravesamos, la que cambia el rumbo de nuestra vida jamás vimos que estaba ahí.

Ví la línea que dejó marcada tu coche sobre el pavimento, tenía tanto que contar; la prisa con la que te fuiste, las ganas de no estar más.

La almohada que entre nosotros marcaba una línea imposible de cruzar.

La línea que intenté escribirte mil veces y no me atreví a terminar.

Quién iba a pesar que desalinearse era tan fácil.

Ni siquiera fue necesario intentar borrar la línea de sol que deja marcada el anillo.

Bastó un cuarto de hora en la línea del banco para cambiar la historia.

Lo seguí con el terror y la emoción de quién se sale por primera vez de la línea.

Entre la líneas de sus manos no descubrí su futuro, olvidé mi pasado.

Aprendí nuevas líneas para esconderte la felicidad que debía a alguien más.

A mi línea de vida le crecieron nuevas ramificaciones, se llenó de posibilidades.

Sonreía con sólo ver aparecer en mi teléfono estas las palabras: "En línea".

Borré y corté todas las líneas que pudieran delatarme.

Si tan sólo me hubiera dado cuenta de que no había colgado y tú seguías en la línea.

Habría aprendido a tener dos vidas y vivir en la línea.



1 comentario:

  1. Apreciada Pamela, he leído con interés la manera en que, en efecto, tal y como me lo advertías hace unos días, gustas de entretejes distintos tonos, lenguajes, sintaxis y herramientas propias de diferentes géneros. El hilo conductor es la franqueza de la voz que habla casi como si estuviera comentando si un plan previo y sin ataduras, una conversadora suelta y que es capaz de parecer segura, sin la arrogancia que muchos lectores sienten frente a quien "sí sabe de lo que habla" (aunque no hable, escriba). Soy un lector fuera de ese promedio. Ya hablamos de que la prometida universalidad de receptores nunca es tal (Ricoeur). Me costó saber si el inicio iba hacia recuperar la experiencia con el personaje, sus ideas y propio andar. No me parece mal, al contrario, que la presencia de Alejandro despierte en ti tus propias reflexiones, tu propio pensamiento, de eso se trata. Marco, no obstante, la sensación que me queda que para un lector que no estuvo ahí, que no sabe de qué va la cosa de estos ejercicios, no sabrá nunca que compartiste una sala con Alejandro y que tu pensamiento, claro y y punzante, está dialogando con el de él. A eso me refiero. Por lo pronto, nos seguimos leyendo, celebro que todos estén escribiendo. ¡Muchos saludos!

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