martes, 18 de agosto de 2015

Serie fotográfica 3

  Así fue como inició esta historia de amor, me cito en un restaurante elegante y me dijo lo que todas dicen: que buscaba una relación seria, que estaba pensando en establecerse, que yo era lo único que faltaba para completar la familia en la que siempre había soñado. Puso su mejor cara, como de estrella musical. Dejé que me llevara a su casa esa noche, no suelo ser tan fácil. Pero he de admitir que me sentía un poco solo. 

 A penas entré se presentaron todos y me hablaron sobre las reglas, modales rutinarios; no orines en la sala, no muerdas los muebles, intenta no dejar pelos por todos lados y no te acuestes en la cama. Esa última ¡imposible de cumplir!  Así que me castigaron sacándome a la calle. Me regresaron al sitio en donde me explicaron las reglas la primera vez y si fallaba el castigo se repetí, así sucedió todos los días hasta que llegó el 2015. Para torturarme tomaban deliciosas bebidas frente a mi sin compartirme. Cuando sentían que se les había pasado la mano entonces me traían flores. ¡¿Flores?! Soy perro, no vaca. ¿A qué perro le interesan las flores? 

  Me subieron en un camión de dos pisos que me dejó en Londres, esperando que así no pudiera encontrar el camino de regreso a casa. Estaba furioso, sólo podía desearles lo peor, que fueran robados en Estambul por un traficante de croquetas  o que una manada de delfines los atrapara por siempre en el mar. 


  Cuando el coraje pasó pude pensar con claridad. Quizá no me habían abandonado. Tal vez les había pasado lo que suele sucederle a los humanos que no están bien entrenados. Conseguí un par de fotos y mandé a hacer un cartel. Le puse “se busca”.


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